Hay algo en la comida callejera que va más allá del sabor. Es rápida, sí. Es informal, también. Pero sobre todo, es honesta. Es una forma de comer que no necesita protocolo, ni cubiertos, ni reservas. Solo se necesita hambre, ganas de disfrutar y, por supuesto, las manos bien dispuestas.
Desde Caracas hasta Ciudad de México, desde Bogotá hasta Buenos Aires, comer con las manos en la calle no es solo una necesidad práctica. Es cultura, es tradición, es parte de la identidad gastronómica de toda Latinoamérica.
LOS DEDOS TAMBIÉN SABEN
En buena parte del continente, usar las manos para comer no es un acto descuidado ni vulgar. Es una manera de acercarse a la comida desde otro lugar: más emocional, más directo, más sabroso.
Las arepas se abren con la mano y se comen de punta a punta. El maíz tierno de una cachapa chorrea queso mientras los dedos intentan mantenerlo todo en su sitio. El patacón maracucho, con sus dos tapas de plátano frito y un universo de relleno en el medio, se sostiene con ambas manos como si fuera un tesoro.
Y no es solo en Venezuela. En México, los tacos no se conciben sin una buena mano que los sostenga. En Colombia, las arepas con huevo se comen calientitas, directo del papel. En Perú, un anticucho se disfruta mejor cuando se muerde directo del palito.
LOS BENEFICIOS DE COMER CON LAS MANOS
Aunque pueda parecer solo una costumbre, la ciencia ha estudiado los efectos de comer con las manos y hay algunos beneficios interesantes.
- Mejora la conexión con los alimentos: Al tocar la comida, se despiertan más sentidos, lo que puede hacer que la experiencia sea más completa.
- Se come más despacio: Al no depender de cubiertos, muchas veces el ritmo se reduce y se disfruta más.
- Estimula la memoria emocional: Hay comidas que simplemente saben mejor cuando se comen con las manos porque activan recuerdos, momentos y sensaciones del pasado.
LA COMIDA QUE SE COMPARTE, SE COME CON LAS MANOS
Lo curioso de esta tradición es que casi siempre se relaciona con momentos compartidos. Un grupo de amigos frente a un carrito de hamburguesas, una familia comiendo arepas en la playa, una reunión improvisada con pastelitos calientes y malta fría.
Comer con las manos es también una forma de romper barreras. Quita lo formal, lo rígido, y deja solo lo importante: la comida y la gente.
POR QUÉ EN PANNA SABEMOS DE ESTO
En PANNA, entendemos que la experiencia de comer va más allá del plato. Por eso preparamos comida que invita a agarrar, a saborear, a morder sin miedo: tequeños que se comen de un solo bocado, empanadas que se abren para ver qué hay dentro, cachapas que chorrean queso y exigen servilleta doble.
Aquí celebramos esa tradición de comer con las manos. Porque sabemos que en cada mordisco hay algo más que comida: hay historia, hay nostalgia, hay sabor.
En PANNA, tenemos todo eso que se come con las manos y se guarda en el corazón. ¿Vienes?