EL PATACÓN MÁS ALLÁ DE NUESTRAS FRONTERAS
Hay platos que nos llevan directo a casa, a esa mesa familiar donde el olor del aceite caliente se mezcla con las risas de la cocina.
Uno de ellos es, sin duda, el patacón.
En Venezuela, se ha ganado un lugar privilegiado en la memoria culinaria por su versatilidad, su sabor contundente y su irresistible textura.
Pero el patacón no es solo nuestro (o de los maracuchos).
Tiene primos, parientes cercanos y lejanos que aparecen en otras cocinas latinoamericanas; cada uno con su toque, pero todos con la misma raíz: el plátano verde.
El viaje de este ingrediente, humilde y generoso, traza una línea de identidad compartida.
En cada versión del patacón hay una historia que contar, un sabor que une y una muestra de cómo los alimentos también migran, se reinventan y regresan a casa con nuevos matices.
EL PLÁTANO VERDE COMO RAÍZ
El plátano verde ha sido parte de la dieta tropical durante siglos.
Originario del sudeste asiático, llegó a América con los colonizadores españoles y portugueses; sin embargo, fueron las comunidades africanas e indígenas quienes lo adoptaron y transformaron en lo que hoy conocemos.
Versátil, económico, nutritivo y fácil de cultivar, el plátano verde encontró su lugar en los fogones de América Latina.
Se cocina hervido, frito, asado o al vapor; sirve como base para sopas, empanadas y purés… pero es en el patacón donde alcanza uno de sus máximos exponentes.
En Venezuela, el patacón se fríe dos veces.
Primero, el plátano cortado en ruedas se fríe hasta que esté tierno.
Luego, se aplasta con un utensilio especial (o con cualquier objeto plano) y se fríe nuevamente hasta que esté crujiente.
Esa técnica, simple pero poderosa, transforma un trozo de plátano en una crocante joya dorada.
VENEZUELA: DEL ZULIA AL MUNDO
El patacón, aunque presente en varias regiones del país, tiene un sello maracucho innegable.
En Maracaibo, se prepara como “patacón relleno”, utilizando dos ruedas grandes como si fueran panes, con un relleno que puede incluir carne mechada, pollo, pernil, ensalada rallada, salsas (incluyendo la célebre tártara maracucha), aguacate, queso amarillo y hasta papas fritas.
Es un plato completo, popular en ventas nocturnas y locales callejeros.
En otras zonas del país, el patacón se sirve más como acompañante: una rueda crujiente que completa el pabellón o que sustituye al pan en ciertos platos.
Esa flexibilidad lo ha convertido en un comodín delicioso que se adapta al hambre, al presupuesto y al antojo.
COLOMBIA: PATRIMONIO Y DIVERSIDAD
En Colombia, el patacón es también protagonista.
Se le conoce con ese nombre o como “tostón”, dependiendo de la región.
Es un componente esencial de la bandeja paisa, pero también se sirve como base para platos completos, muy similar al estilo zuliano.
Se le coloca encima hogao (una salsa de tomate y cebolla), carne molida, queso costeño, guacamole o ceviche de camarones.
En zonas del Caribe colombiano, los patacones grandes y delgados se preparan con técnicas ancestrales, incluso en festividades patronales.
El plátano se cuece con cuidado, se aplasta con fuerza y se fríe con manteca vegetal para asegurar un dorado uniforme.
En Colombia, hay regiones donde hasta se tiñe con achiote, dándole un matiz rojizo que lo hace aún más llamativo.
ECUADOR Y PERÚ: SABOR COSTEÑO Y AROMA A MAR
En Ecuador, el patacón (frecuentemente llamado patacón pisado) forma parte del desayuno típico, acompañado de queso fresco, café pasado y a veces huevos.
También se sirve con ceviches, guarniciones de pescado frito o encurtidos.
En la región norte de Perú, especialmente en Tumbes y Piura, se utiliza para acompañar platos marinos y costeños.
Su presencia está más ligada al mar que a la montaña, y suele encontrarse como parte de los menús costeños criollos.
En ambos países, el patacón es sinónimo de cocina popular, sabrosa, sin pretensiones, donde el sabor manda.
EL CARIBE INSULAR: TOSTONES, JIBARITOS Y SANDWICHES CRIOLLOS
En República Dominicana, Puerto Rico y Cuba, la forma más extendida es el tostón.
Se corta el plátano en rodajas más pequeñas, se fríe y se aplasta, como en Venezuela, pero no se rellena como sándwich.
En Puerto Rico, sin embargo, se ha desarrollado un plato original llamado jibarito: un sándwich donde el pan es sustituido por tostones, y el interior se rellena con carne, queso derretido, tomate y lechuga.
Este plato ha ganado notoriedad en Estados Unidos, especialmente en ciudades con comunidades puertorriqueñas como Chicago y Nueva York.

EL PATACÓN EN ESTADOS UNIDOS Y MIAMI
En Miami, el patacón es embajador criollo, aparece en menús venezolanos, colombianos y fusión.
Se ofrece como “burger sin pan”, como taco crocante o como base de entradas gourmet.
El público que busca comida venezolana en Miami reconoce el patacón como sinónimo de tradición reinventada.
No es raro encontrarlo en ferias gastronómicas, eventos de food trucks o restaurantes latinos que celebran la herencia de los migrantes a través de platos familiares.
Y es que, aunque se modernice, el patacón siempre conserva su esencia.
EN PANNA, SABEMOS CUÁNTO SIGNIFICA
En PANNA no solo entendemos el valor emocional del patacón.
Lo cocinamos como se debe: con plátano verde firme, aceite fresco, el tiempo exacto y el toque de sazón que despierta memorias.
Lo usamos como base para algunas creaciones, como guarnición crocante o como sustituto del pan en platos especiales.
Siempre buscando que cada mordisco evoque ese recuerdo de calle zuliana, de noche familiar o de bocado robado antes de la cena.
Aunque el patacón no es el plato principal de nuestro menú, es un favorito recurrente, especialmente entre quienes buscan revivir ese sabor tan nuestro… y tan compartido.
EL PATACÓN NOS UNE
El patacón no tiene idioma, pero dice mucho. Habla de sabor, de creatividad, de aprovechamiento, de cómo un ingrediente sencillo puede, con fuego, aceite y cariño, convertirse en plato central.
Habla también de cómo nos parecemos más de lo que creemos; de cómo los países hermanos comparten raíces culinarias, a veces sin saberlo.
Así que, la próxima vez que te encuentres con un patacón (sea en Caracas, Maracaibo, Bogotá, Quito o Miami), recuerda que estás mordiendo un pedacito de historia compartida.
Una historia que comienza con un plátano y termina en un bocado crujiente que cruza fronteras… y une corazones.