Aceite onotado el oro rojo de nuestras cocinas

Aceite onotado: el oro rojo de nuestras cocinas

ACEITE ONOTADO: EL ORO ROJO DE NUESTRAS COCINAS

Todo buen guiso criollo comienza con un sofrito… y todo buen sofrito criollo, si es fiel a sus raíces, comienza con aceite onotado.

Ese color rojo brillante, casi anaranjado, que se va esparciendo en la sartén como si marcara el inicio de algo importante, no es casualidad.

Es una declaración de sabor, un gesto ancestral, un código compartido entre generaciones que saben que ese color es sinónimo de comida sabrosa.

Mucho antes de que las marcas industriales invadieran las despensas con tonos artificiales, el onoto ya daba color, aroma y carácter a los platos del Caribe y del continente.

Y en Venezuela, se convirtió en un ingrediente tan cotidiano que muchas veces olvidamos su valor simbólico, histórico y cultural.

Hoy queremos recuperar su protagonismo y rendirle homenaje, porque detrás de ese aceite rojo hay un legado vivo.

UN COLOR QUE HABLA DE ORIGEN

El onoto —también conocido como achiote en otros países— proviene del fruto del Bixa orellana, una planta nativa de América tropical, utilizada por los pueblos originarios desde mucho antes de la llegada de los europeos.

Para muchas comunidades indígenas, el onoto no era solo un condimento, sino un pigmento sagrado, utilizado para pintar el cuerpo en rituales, protegerse del sol o espantar insectos.

Su color rojo no era solo decorativo: era símbolo de fuerza, de energía, de vida.

Con el tiempo, pasó del cuerpo a la olla, y en Venezuela, se convirtió en ingrediente esencial para pintar el aceite que será la base de sopas, guisos, caraotas, arroces y empanadas.

En cada cocina, había una botella (a veces reciclada) llena de ese aceite rojo que se preparaba calentando las semillas en aceite vegetal, hasta que el color y el aroma se liberaban como por arte de magia.

CÓMO SE HACE EL ACEITE ONOTADO (Y POR QUÉ IMPORTA)

Prepararlo es sencillo, pero tiene su encanto:

• Se calienta el aceite (de maíz, generalmente) sin dejar que humee.
• Se añaden las semillas de onoto.
• Se deja infusionar por unos minutos hasta que el aceite toma un color rojo intenso.
• Se cuelan las semillas.
• Se guarda el aceite ya teñido, listo para dar sabor y color.

Ese proceso —aparentemente simple— es en realidad un rito doméstico de sabor y memoria.

Cada vez que alguien calienta aceite y lo pinta con onoto, está conectando con abuelas, con cocineras de campo, con madres que repiten ese gesto sin pensarlo, pero sabiendo que, sin él, el plato queda “pálido”.

NO ES COLORANTE: ES IDENTIDAD ACEITE ONOTADO

A diferencia de los colorantes artificiales, el aceite onotado no solo aporta color, también un aroma tenue, terroso, inconfundible, que se funde con el sofrito y despierta el recuerdo.

Usarlo no es una moda: es un acto de fidelidad con los sabores de siempre.

Y aunque hoy muchas marcas ofrecen cubitos o mezclas procesadas, hay una vuelta al origen que se está dando poco a poco: una generación redescubre que el aceite onotado no es reemplazable, y que hay cosas que no deben simplificarse.

No es exagerado decir que el onoto es uno de los ingredientes que más nos identifica como cocina latinoamericana y caribeña, y que en Venezuela tiene su lugar reservado junto al ají dulce, la cebolla y el ajo en ese primer fogonazo de sabor.

Aceite onotado

DE GUISOS A HALLACAS: EL ONOTO COMO PROTAGONISTA

¿Dónde aparece el aceite onotado en nuestra cocina?

Prácticamente en todas partes:

• En el sofrito de carne mechada o pollo guisado.
• Para dar color al arroz con pollo, al asopado o al pastel de morrocoy.
• En la masa de las hallacas, donde el aceite onotado tiñe la mezcla y le da esa textura suave y sedosa.
• En las caraotas refritas, para darles ese color tostado al final.
• En las empanadas de maíz, donde el aceite pintado también llega a la masa.

Incluso hay quienes lo usan para pintar las bandejas o budares antes de asar arepas.

Porque el onoto no solo cocina: también protege, embellece y unifica.

¿Y EN PANNA? TAMBIÉN HAY ACEITE ONOTADO

En PANNA, somos conscientes de que hay gestos pequeños que marcan la diferencia.

Por eso, cuando se trata de preparar nuestros platos criollos —especialmente los que llevan sofrito— el aceite onotado forma parte del proceso.

No lo sustituimos, no lo ignoramos, no lo reemplazamos con colorante.

Creemos que un pabellón, una carne guisada o una hallaca bien hecha merecen el color y el aroma real que solo el onoto puede dar.

Y aunque no se vea en la carta, ni se mencione en la bandeja, está ahí: en cada cucharada, en cada mordisco, en cada bocado que sabe como el de casa.

UN INGREDIENTE QUE CUENTA HISTORIAS

El aceite onotado no es solo un toque de color, es un fragmento de historia, un código compartido, un gesto ancestral que seguimos repitiendo sin darnos cuenta.

Es el primer paso de muchos platos, el telón que se levanta para que el sabor empiece.
Es una de esas cosas que, cuando no están, se nota. Pero cuando están, se sienten.

En PANNA, lo usamos porque sabemos que la cocina venezolana está hecha también de esos secretos que parecen simples, pero no lo son.

Y si tú también creciste viendo cómo alguien pintaba el aceite antes de empezar a cocinar, este post es para ti.

Te esperamos con platos que honran esa tradición, y con sabores que, como el onoto, siguen dando color a nuestra memoria.

You may also like