En PANNA tenemos muchas formas de hablar sobre comida, pero ninguna tan sabrosa como las que vienen con acento venezolano. Porque si algo distingue al venezolano —además de saber armar una buena arepa o de combinar la yuca con queso como los dioses— es esa facilidad para inventar frases que mezclan humor, sabiduría popular y, cómo no, mucha pero mucha comida.
Y para que nadie quede por fuera de este festival de frases, aquí va una historia que no es cuento… es anécdota de cocina.
Era un lunes cualquiera, de esos que arrancan con el pie izquierdo y café frío. En la cocina de PANNA de Doral, estaban preparando los nuevos combos cuando entró Luis, con cara de más duro que sancocho ’e pato.
—¿Y esa cara de lunes con sabor a miércoles de ceniza? —le preguntó Mariana mientras sacaba unas empanadas recién hechas del horno.
—No dormí nada, chama. Soñé que me estaban robando a mi jeva. ¡Te están soplando el bistek, me decían en el sueño!
—¡Ajá! ¡Y después no quieren que uno diga que están más peligroso que un tetero piche! —le respondió Mariana, echándose un poquito más de ají a su empanada de carne mechada.
Carlos, que estaba en la freidora, se metió en la conversa:
—¿Y qué tal si lo soñaste fue por el tequeño que no compartiste el viernes? Mira que el que asa dos conejos, uno se le quema… y tú estás queriendo ser chef y Romeo al mismo tiempo.
—¡Ah! Pero qué sabiduría. Sabes más que pescado frito, vale.
—Y tú pareces una hallaca mal amarrada con esa franela tan apretada. ¿No ves que estás sudando como guaralito de mortadela?
—¿Pero qué les pasa hoy, vale? ¿Vinieron con la lengua afilada o qué?
—No es eso, chamo. Es que aquí hablamos así, con sazón. Con sabor a lo nuestro.
La conversación siguió con más frases que parecen salidas de una comedia criolla:
—Muchachos, me están pidiendo unos cachitos dobles con queso y tocineta —avisó Mariana desde el mostrador.
—Eso está más bueno que comer con las manos, mija. ¡Sácalos ya!
—Pero no me estén presionando tanto, que la masa no está para bollos y tengo el horno full.
—¡Ay, qué fastidio! Estás insoportable. Deberías tener una franela que diga: una piña debajo del brazo.
—¿Sabes qué? ¡A freír espárragos, Carlos!
—Jajaja. No se piquen, chicas. Si se van a lanzar con todo, avisen pa’ grabar el episodio de hoy de “El Top Chef de PANNA”.
Luis, que seguía dándole vueltas a lo de su sueño, suspiró mientras servía una malta bien fría:
—¿Tú sabes qué pasa? Que el amor con hambre no dura. Y la chama está en su dieta keto y yo me paso el día rodeado de tequeños. ¡No me aguanto!
—Mira, Luis, bueno el cilantro pero no tanto. Tú lo que necesitas es invitarla a comer aquí, que aquí hay menú para todos los gustos.
—¿Y eso qué tiene que ver con lo de que te andan buscando como palito ’e romero?
—¡Que no te escondas! Que la chama está buscándote pa’ que le expliques por qué le diste like a la foto de la ex.
—¡Noooo! Ya va. Mejor vamos a seguir trabajando y después cuadramos. Que a mí no me estén metiendo en líos con frases de abuela y refrán de esquina.
Y así, entre carcajadas, arepas crujientes, empanadas rebosadas y frases que harían llorar de risa hasta al más amargado, el día avanzó en PANNA. Porque hablar en venezolano no es solo una forma de expresarse, es un acto de resistencia, de cultura viva, de cocina que se conversa. Cada dicho tiene su historia, su plato, su cuento, su esquina.
Y como bien lo dijo Mariana antes de cerrar el turno:
—Aquí no solo servimos comida con sabor, también servimos frases con sazón. Porque hablar como hablamos, ¡también alimenta!
VEN A PANNA Y COME SABROSO COMO HABLAMOS
Si estás en Miami y extrañas ese humor con olor a ají dulce y esas frases con sabor a empanada recién hecha, PANNA es tu lugar. Aquí no hace falta explicarlo todo… porque te entendemos desde el primer mordisco.
Pide tu combo, tu plato favorito, tu merienda con sabor criollo. Y si quieres, échate tu refrán mientras esperas. Que aquí, eres el papá de los helados.