Ir al mercado era un plan lo que significaba hacer mercado en la Venezuela de antes

Ir al mercado era un plan: lo que significaba hacer mercado en la Venezuela de antes

Hay recuerdos que huelen a cilantro, a carne recién molida, a pan caliente de panadería cercana.

Ir al mercado, en la Venezuela de antes, no era simplemente una tarea del hogar: era un ritual, un paseo, una excusa para encontrarse con la vida que se tejía entre pasillos, puestos, gritos de precios y conversaciones improvisadas entre conocidos y otros no tantos!

Antes de los supermercados con música instrumental y pasillos fríos de neveras, estaban los mercados a cielo abierto o los techados, donde el color, el bullicio y la cercanía eran parte del encanto.

Hacer mercado implicaba madrugar, llevar una bolsa de tela o un carrito de rueditas y tener anotada en un papel —o en la memoria— la lista de lo que hacía falta en casa.

Pero sobre todo, era una experiencia humana.

UNA EXPERIENCIA SENSORIAL (Y SOCIAL)

En el mercado se aprendía a elegir mangos al tacto, a regatear con picardía, a distinguir entre la yuca buena y la que “amarra”.

Era común ver a madres, abuelas y tías saludando a su carnicero de confianza, al señor de las hortalizas o a la señora del puesto de queso telita.

Se compraba fresco y se compraba conversando, porque no había apuro, y muchas veces el mercado era el plan de la mañana.

Había toda una ciencia en ese paseo: primero se compraban los víveres, después las frutas y al final, las carnes o los quesos, para que no se dañaran en el camino.

A veces, si la cosa rendía, se incluía un gustico: una empanada con maltín, un pastelito o una bolsita de papel con conservas de coco.

DEL MERCADO A LA MESA

Cada producto comprado tenía un destino claro: la carne molida para los pastichos del domingo, la auyama para la crema calentita, el ají dulce para el guiso del día siguiente.

Y en ese ir y venir de bolsas, estaba también el aprendizaje.

Los niños acompañaban a sus madres y aprendían, casi sin darse cuenta, a conocer los ingredientes de su cultura.

Ir al mercado era hablar de comida, pero también de familia.

Era compartir secretos de cocina, escuchar recomendaciones y enterarse de noticias del barrio.

Era saberse parte de algo más grande.

LO QUE SE HA TRANSFORMADO (Y LO QUE AÚN CONSERVAMOS)

Hoy, en Miami y en otras ciudades donde nos ha tocado rearmar nuestras vidas, hacer mercado puede ser diferente.

Pero sigue habiendo algo profundamente emocional al oler un buen cilantro, al ver un racimo de cambures pintones, al conseguir queso llanero rallado o una buena harina de maíz precocida.

En PANNA, sabemos que no se trata solo de ingredientes, sino de todo lo que representan.

Cada arepa, cada pastelito, cada empanada que servimos, está hecha con ese mismo amor con el que se llenaban las bolsas del mercado los sábados en la mañana.

Por eso, si te da nostalgia, visítanos, que en nuestras cocinas mantenemos vivos esos sabores que nacen en los mercados de Venezuela.

Porque sabemos que hay cosas que no deberían cambiar: la sazón, el cariño y ese gusto por compartir lo bueno.

Si estás en Miami y extrañas esos días de mercado, ven a PANNA.

No vendemos bolsas de yuca, ni cebollas frescas, pero sí tenemos el sabor de siempre, ese que nace en casa y se comparte con alegría.

Aquí te esperamos, con todo lo que te gusta, recién hecho y con mucho corazón.

You may also like