Dulce o truco criollo

Dulce o truco criollo

El dulce en Venezuela, en octubre no huele a calabaza ni a hojas secas: huele a papelón, a canela y a horno encendido.


Mientras en otros países las calles se llenan de disfraces y caramelos, nosotros, los venezolanos, encontramos nuestras propias maneras de celebrar la dulzura.


Y aunque Halloween no forma parte de nuestras tradiciones más antiguas, la verdad es que hemos sabido adaptarlo con el mismo ingenio con que convertimos un simple maíz en arepa o una panela en postre.

 En nuestras casas, “dulce o truco” puede significar una torta de auyama casera, unos golfeados tibios o una porción de quesillo brillante que se roba la atención de cualquier calabaza decorada.

La dulcería criolla tiene algo que ningún caramelo importado puede imitar: alma.


Cada preparación viene de una historia familiar, de una cocina que nunca se apaga del todo, de un olor que acompaña la infancia.


Por eso, cuando octubre llega cargado de fiestas extranjeras, muchos venezolanos optan por reinterpretarlo a su manera: sin perder la diversión, pero agregando ese toque de sabor y emoción que solo nosotros entendemos.

DULCES QUE ASUSTAN DE SABROSOS

No hacen falta envoltorios brillantes ni nombres impronunciables para celebrar el gusto por lo dulce.

 En las casas venezolanas, los “trucos” se cambian por recetas que siempre funcionan: el papelón con limón bien frío, la torta de auyama con sus notas de clavo y vainilla, los buñuelos con miel que se sirven aún calientes o los golfeados que llenan el aire con su aroma a papelón derretido.
Son sabores de hogar, pero también de temporada, porque octubre invita al antojo y al reencuentro con los postres de horno.

Entre los más recordados está el quesillo, ese postre brillante que parece flan pero tiene carácter propio.
Su textura firme y su dulzura equilibrada lo vuelven irresistible, sobre todo cuando se sirve con ese caramelo que se pega al borde del plato.

 Otro clásico infalible es la torta de pan, heredera de una tradición de aprovechamiento que demuestra cuánto valor damos a lo que tenemos.


Y si el plan es compartir con amigos o vecinos, nada mejor que una bandeja de mini pastelitos dulces o unas empanaditas de guayaba, perfectas para decir “feliz Halloween” con acento criollo.

Dulce quesillo

DEL TRUCO AL SABOR: CÓMO LOS VENEZOLANOS ADAPTAMOS LAS FIESTAS

Halloween, con todo su color y teatralidad, ha encontrado en la comunidad venezolana una versión más cálida y sabrosa.


Los niños se disfrazan, sí, pero en muchas casas las madres y abuelas preparan dulces típicos para compartir después del recorrido de caramelos.


Así, entre fantasmas de cartón y calaveras de papel, aparece una bandeja de golfeados recién horneados o una jarra de chicha espesa servida con canela.

 Es la mezcla perfecta: un toque de modernidad con el alma de siempre.

En algunos hogares, incluso, se organizan meriendas temáticas con postres criollos adaptados: galletas de papelón en forma de murciélago, torticas negras con cobertura de cacao, o pequeños quesillos individuales servidos en vasitos decorados.


Esa creatividad espontánea es parte del ADN venezolano: transformar, reinterpretar, tropicalizar cualquier costumbre hasta que tenga sabor a casa.
Y en ese gesto hay más que una ocurrencia culinaria: hay una manera de resistir el olvido, de seguir transmitiendo lo nuestro, incluso bajo luces naranjas y calaveras sonrientes.

LOS DULCES COMO MEMORIA COLECTIVA

En Venezuela, los dulces siempre han sido una forma de expresar cariño.


Se regalan cuando alguien llega de viaje, se reparten después del almuerzo del domingo, se preparan cuando hay algo que celebrar o algo que sanar.

 No es casual que nuestra dulcería sea tan variada: desde los conservas de coco hasta el dulce de lechosa, pasando por el bienmesabe, el arroz con leche y los alfajores criollos, todos hablan de afecto, paciencia y saber hacer.


Por eso, aunque Halloween haya venido de lejos, se ha ganado su lugar como una excusa más para encender el horno, compartir mesa y llenar la casa de olor a azúcar caramelizada.

Y cuando uno piensa en los niños venezolanos que hoy crecen fuera del país, hay algo hermoso en verlos pedir dulces vestidos de monstruos o superhéroes, mientras descubren sabores nuevos y conservan los viejos.


Porque detrás de cada caramelo importado, siempre hay una mano que guarda un trozo de torta criolla envuelto en servilleta, “por si acaso”.


Esa mezcla de costumbres es, en el fondo, una metáfora del país que llevamos dentro: el que no olvida su sabor, pero se atreve a probar el mundo.

UN OCTUBRE DULCE EN PANNA

En PANNA, octubre también se celebra con sabor venezolano.


No hay calabazas, pero sí hornos encendidos, aroma a canela y vitrinas que brillan con postres hechos como en casa.

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