El cuarto jueves de noviembre, millones de mesas en Estados Unidos se llenan de pavo, puré y salsa de arándanos, pero entre esa marea de tradiciones, hay un rincón cálido que huele distinto.
Ahí, donde suena una gaita, alguien destapa una olla de hallacas, otra persona corta pan de jamón, y en el centro, el pavo espera su turno al lado de una ensalada de gallina.
Es la cena de Acción de Gracias al estilo venezolano: un encuentro entre dos mundos donde la gratitud se sirve con acento caribeño y el hogar se reconstruye plato a plato.
La adaptación no es casual.
Para muchos venezolanos que viven fuera del país, el Día de Acción de Gracias se ha convertido en una oportunidad de agradecer por las nuevas oportunidades, pero también de afirmar su identidad a través del sabor.
Porque si algo nos define, es la manera en que la comida se vuelve lenguaje.
Y así como el “gracias” se dice con palabras, en nuestras mesas también se dice con papelón, con masa de maíz, con un pan relleno de jamón y pasas, o con un postre que sabe a infancia.
CUANDO DOS MUNDOS COMPARTEN LA MESA
En su origen, el Día de Acción de Gracias celebraba la cosecha y la unión de comunidades distintas.
Esa misma idea —reunir, compartir y agradecer— es la que explica por qué los venezolanos se sienten tan cómodos con esta celebración.
Nuestra cultura siempre ha tenido una mesa generosa como punto de encuentro: la hallaca, el asado, la cachapa, la arepa… todos son platos que invitan a la reunión, de ahí que la mezcla entre la tradición americana y la venezolana no solo sea natural, sino armónica: dos maneras distintas de decir lo mismo.
En muchas casas venezolanas, el pavo se hornea con la misma devoción con la que se amasa el pan de jamón y a veces el relleno lleva un toque criollo: vino dulce, papelón o incluso un sofrito con ají dulce. Y no falta quien sustituya el puré de papa por yuca sancochada, o quien decore la mesa con flores tropicales junto a las calabazas de otoño.
Así, el menú de Acción de Gracias se transforma en una celebración mestiza, donde la historia americana se encuentra con el sabor venezolano y ambos se reconocen con respeto.
LA HALLACA, INVITADA DE HONOR
En esta fusión de costumbres, la hallaca se ha ganado un lugar especial. Aunque tradicionalmente pertenece a diciembre, cada vez más familias la preparan en noviembre como antesala a la Navidad.
Es un gesto simbólico: agradecer también por lo que está por venir y nada representa mejor el espíritu de comunidad que una hallaca.
Su preparación requiere tiempo, trabajo en equipo y paciencia.
Desde el guiso que se cocina por horas hasta el momento de amarrar las hojas, todo se hace en conjunto, con conversación y con música.
Cuando aparece en la mesa de Acción de Gracias, la hallaca no compite con el pavo, lo acompaña y juntos representan esa mezcla de raíces y caminos que caracteriza la vida de quienes migraron.
El pavo aporta solemnidad, la hallaca aporta emoción y cuando se sirven ambos, la mesa se vuelve un mapa de pertenencias cruzadas: cada plato cuenta una historia, cada bocado agradece por lo que se conserva y por lo que se aprende.
EL ARTE DE DAR LAS GRACIAS A LO VENEZOLANO
Para un venezolano, agradecer no es un acto discreto.
Es cocinar más de la cuenta “por si alguien llega”, es servir primero a los demás, es guardar el último pedazo de pan para el que no ha probado.
Esa generosidad cotidiana se traduce perfectamente al espíritu de Acción de Gracias, por eso, en muchas mesas, la oración de agradecimiento incluye palabras por los que están lejos, por la familia que se adaptó, por el país que abrió las puertas y por el que sigue latiendo adentro.
El papelón, el maíz y la harina Pan se mezclan con los ingredientes del norte para crear nuevos rituales: pavo relleno con pasas y vino, puré con toque de ajo, ensalada de gallina en lugar del puré de papa y un pan de jamón que nunca falta.
Y como cierre, los postres hacen el guiño final: quesillo en lugar de pie, torta de pan con ron, o dulce de lechosa servido con orgullo al lado del pastel de calabaza.
La gratitud, al final, no depende del idioma ni del clima. Depende de la memoria que uno pone en cada plato.

UN BRINDIS ENTRE DOS ORILLAS
Lo más hermoso de esta celebración compartida es que no borra tradiciones, las amplía.
Los venezolanos no dejaron de ser quienes son al celebrar el Thanksgiving, simplemente encontraron una nueva manera de agradecer, así, mientras en unas casas suenan gaitas y en otras jazz navideño, las cocinas se llenan del mismo espíritu: cocinar para reunir, compartir para agradecer.
El vino tinto acompaña al pavo, el papelón endulza la sobremesa, y en medio de los acentos mezclados se escuchan las risas familiares que valen más que cualquier banquete.
Ese cruce de aromas y palabras resume lo que somos: una cultura capaz de integrar, de adaptarse sin perder sabor.
Por eso, en la mesa de Acción de Gracias al estilo venezolano, la comida no solo se come, se cuenta.
Cada plato recuerda de dónde venimos y celebra el lugar donde estamos.
EN PANNA, AGRADECER TAMBIÉN TIENE SABOR
En PANNA, creemos que agradecer se hace mejor con un plato de sabor honesto.
Por eso, cada año, celebramos la temporada con los clásicos que nos representan: pan de jamón recién horneado, hallacas preparadas con paciencia, ensalada de gallina cremosa y postres que saben a hogar.
No hace falta esperar diciembre para disfrutar del espíritu de gratitud: basta con compartir una comida que una.
Este 28, 29 y 30 de noviembre, te invitamos a celebrar la gratitud al estilo venezolano, con los sabores que siempre reúnen.
Porque en PANNA, cada hallaca que servimos, cada pan que sale del horno y cada postre que endulza la sobremesa son una forma de decir gracias.
Gracias por lo vivido, por lo compartido y por lo que sigue.